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La brújula de los 82


La tarde fenece de a poco. Casi son las 4:00 p.m. Pronto cerrarán los anchos portones del capitalino Museo de la Revolución. Estuve perdida entre mapas, fotografías y otros indicios atesorados en vitrinas de cristal que guardan la épica de 82 hombres sin miedo.

Allí, rodeada de otros objetos, la encuentro, con sus agujetas apuntando al Norte. Es la brújula del yate de recreo fabricado por Schuylkill Products Company Inc., en 1943, e inscrito con el nombre más aguerrido: Granma.

Transcurrieron 60 años desde aquella madrugada del 2 de diciembre de 1956, fecha en que la travesía del navío terminó. El campesino Ángel Pérez Rosabal, quizás un tanto nervioso ante la presencia del líder de la expedición, Fidel Castro, confirmó lo esperado por quienes caminaron entre el mangle y el dienteperro.

En el pequeño barco quedó mi confidente. Pudiera parecer un común instrumento de navegación, pero la miro una y otra vez. El paso del tiempo ha vuelto el metal oscuro. Nunca se borrarán las anécdotas cual flash-back cinematográfico.

I.

“A la 1:30 o 2:00 de la mañana partimos a toda máquina”, escribe en su diario el joven Raúl Castro. De un lado a otro se movía su hermano, con orientaciones certeras a cada tripulante. Todavía con las luces apagadas, para no despertar sospechas en la guardia mexicana, sueltan amarras. El río Tuxpan, en el puerto de Veracruz, abraza el ideal de arribar pronto a territorio cubano. Es 25 de noviembre de 1956.

“Si salgo, llego; si llego, entro; si entro, triunfo", aseguró Fidel —días antes— cuando se reunió con algunos compañeros en un apartamento de la calle Pachuca, en Ciudad Victoria.

Comienzan a navegar, inspirados en el éxito. Entonan las notas de nuestro Himno y la Marcha del 26 de Julio.

II.

La brújula, en el Museo, figura bajo un mapa. Allí está señalado el itinerario del yate. ¡Es increíble! La línea de recorrido, un tanto zigzagueante, representa días de azarosa travesía. Se suponía que el desembarco sería el 30 de noviembre, con Santiago alzado en armas, pero fue difícil sortear los contratiempos...

Demasiada carga para un pequeño buque, averías en el motor, mal tiempo… ¡Cuántas limitantes! A pesar de todo, prima el optimismo. Ni siquiera los amilana el susto de casi perder a Roque Núñez, cuando la fuerza de una ola lo lanzó a las fauces del mar.

“¡De aquí no nos vamos, hay que encontrarlo!”, grita el jefe de la expedición. Se movilizan todos hasta rescatarlo. Lo vivido al día siguiente permanecerá nítido durante años en las letras de Juan Almeida:

“Es mangle, es mangle —dicen. Pero es la isla, es la costa de Cuba, en el sur de Oriente. Ya no sé cuántas cosas pienso y siento, todas en tropel y la vista puesta siempre en el mismo lugar, la costa, que ahora deja ver más claro su contorno”.

III.

A las 6:50 a.m. del 2 de diciembre de 1956, comenzaron a descender de la embarcación encallada cerca de Playa Las Coloradas. Venían a “vencer o morir”. A los 82 hombres se sumarían miles en el afán de conseguir la definitiva victoria. La misma brújula que los condujo hasta suelo patrio, guía los ideales de muchos, seis décadas después.

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